lunes, 7 de abril de 2008

Nous pouvons avec tout

Ese era el grito de guerra, bueno mejor dicho de paz, porque ni a Rosario ni a mí, nos gusta emplear esa palabra, porque es señal de conflicto, y os aseguro que nuestra vida allí iba viento en popa a toda vela como diría el famoso poeta de esta bella composición. Por ello, era nuestra frase favorita, cada vez que nos superábamos a nosotras mismas y vivíamos una nueva aventura:

Hola a todos desde la nevada ciudad metziana, contra todo pronóstico el más que soportable frío se compensa con el ilusionante quehacer cotidiano, acompasado con blancos, que no blaugranas, copos de nieve. Uno de los más importantes esta semana era nuestra exposición en clase sobre la relación del poeta Neruda con nuestro país. Una alegría para nuestros oídos, ahora que nos encontramos lejos de todos vosotros, pero tranquilos, vamos a llegar por navidad, como el turrón. Sin embargo, nos llevamos una grata sorpresa al comprobar que el deporte nacional en Francia es la huelga, por ello nuestro profesor no había podido acudir a clase. Otro placer ha sido degustar un cola-cao que nos trajo nuestra amiga Prado, ¡la crème de la crème!
Finalmente en el país en el que he descubierto la libertad voy a adquirir “unas piernas nuevas” (silla de motor para iniciados), gracias a la inestimable ayuda de nuestros amigos incondicionales, David y Eleonor.
Como se suele decir, “la guinda del pastel” fue el corto pero intenso viaje realizado a la capital parisina. Es una ciudad que te atrapa, desde el primer instante te envuelve con su aura cosmopolita. Sin embargo, esta importante ciudad europea está muy mal adaptada, nos costó más de tres cuartos de hora encontrar un baño accesible ya que todos estaban en el subsuelo. Gracias a la “M” de baño, el MacDonalds, que nos salvó, ya que es el único lugar donde es posible y gratuito hacer pipí, puesto que en este país te llegan a cobrar hasta 50 céntimos por ello. Sin olvidar la odisea del metro: después de buscar la mejor manera para trasladarnos al albergue, descubrimos que el metro accesible no era tal, ya que había ascensor pero estaba estropeado, ¡una buena paradoja! Afortunadamente y gracias a la alegre ayuda de todos mis amigos, bien capitaneados por Rosario como directora de la operación, las barreras arquitectónicas fueron superadas por la amistad. Tal como dice el traidor de Tontxu, tener un amigo es tener además un tesoro y si tienes muchos mejor. Os queremos.

























































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